"El 80% del éxito en la edad adulta proviene de la inteligencia emocional"
Daniel Goleman
Cueva del Tesoro - Rincón de la Victoria (Málaga) Foto: Malaga.es |
Evidentemente,
habría que analizar cada caso por separado, hay veces que esto puede deberse a
alguna enfermedad física, algún desorden hormonal o un trastorno de salud
mental. Pero en muchas ocasiones este estado tiene que ver con nuestras emociones
y, más concretamente, con las emociones que consideramos “negativas”.
¿Para qué sirven las emociones?
Las emociones son
un estado afectivo subjetivo que sentimos ante la información sensorial que
recibimos del exterior. Este estado produce además cambios fisiológicos y
endocrinos en nuestro cuerpo y nos prepara para responder ante dicha situación,
es decir llevarnos a la acción. Las emociones nos ayudan a preparar el cuerpo
para adaptarse al medio, por tanto tienen una función adaptativa.
Las emociones
nos han sido útiles desde la prehistoria, sobre todo aquellas que hoy llamamos “negativas”.
El problema está en que nuestro modus vivendi ha cambiado desde entonces y, a
veces, la respuesta fisiológica que sentimos no nos es del todo útil para
responder ante la situación que tenemos delante.
Las emociones
que consideramos “negativas” son aquellas que nos producen malestar. Pero a pesar
de ello tienen una función que nos ayuda en nuestra adaptación al medio. Así
que, para cambiar el modo de verlas, tenemos que conocerlas, identificarlas,
aceptarlas y aprender a usarlas adaptativamente.
Esto es difícil
hacerlo en una sociedad donde se nos bombardea con mensajes positivos. Debemos
ser exitosos, atractivos, divertidos y felices. Pero además, en esta sociedad
de bienestar, está "mal vista" la tristeza o la ira. Consideramos que
no tenemos motivos para quejarnos o estar tristes. Incluso, nos incomoda ver a
otros en este estado, tendemos a decir “no llores”, “no pasa nada”, etc.
Mayormente, hacemos estos comentarios con toda la buena intención,
pero lo que realmente estamos haciendo es quitar importancia a su emoción, a la
vez que le pedimos que la reprima. Y con nuestras emociones hacemos lo mismo.
¿Resultado? Tras días, semanas o meses reprimiendo una emoción, llega un momento en que
no sabemos por qué nos sentimos así. La represión de estas puede llevarnos a
tener problemas de atención, memoria, sueño, de salud física y
psicológica.
La Furia y la tristeza
Os dejo este
vídeo de un relato de Jorge Bucay que nos hace reflexionar sobre estas
emociones.
Cómo bien
explica el relato, la tristeza no siempre se muestra tal y cómo es, y puede
costarnos identificarla o distinguirla de otras emociones como la rabia o el
miedo.
¿Cómo distinguirlas?
El miedo es la
sensación que tenemos ante un evento que todavía no ha sucedido y puede
hacernos daño. Podeis leer más aquí sobre el miedo.
La rabia y la
tristeza son emociones que responden a algo que ya ha pasado y nos ha hecho
daño. En la primera hay un culpable y en la segunda no.
La tristeza es
aquello que sentimos cuando echamos de menos, perdemos a alguien o algo que
queremos y nos importa. Muchas veces la tristeza se disfraza de rabia, porque
nuestra mente busca canalizar el dolor que sentimos hacia un objetivo: "el
falso culpable".
El miedo nos
prepara para huir o evitar un peligro, la ira para hacer frente a algo que nos
hace daño, pero ¿Y la tristeza?
La tristeza nos
ayuda a superar pérdidas, fracasos, desilusiones, nos permite cicatrizar el
dolor que sentimos y crear redes de apoyo.
¿De verdad hace todo eso la tristeza?
Pues sí, fíjate
qué pasa cuando te sientes triste: No tienes ganas de hacer nada, te aíslas y
tu atención se focaliza en tu interior. Esto nos lleva a la reflexión y el
análisis de la emoción para poder comprender y canalizar el dolor. Además,
recibimos más muestras de afecto y consuelo de la gente que nos rodea, a la
vez, que recuperamos energía para volver hacer frente al mundo.
¡Vale,
entendido! ¿Pero qué puedo hacer entonces si me siento mal?
Cueva del Tesoro - Rincón de la Victoria (Málaga) Foto: Málaga.es |
Aprende a identificar tus emociones con estos 5 pasos:
1. Escúchate. ¿Qué te dice tu cuerpo? ¿Qué notas? ¿Cómo respiras? ¿Cómo late tu corazón? ¿Qué te duele? ¿Cómo te mueves? ¿Cómo hablas?
2. Identifica la
emoción y el motivo: Este paso puede ser difícil, porqué no siempre nos
sentimos de determinada manera por algo que nos acaba de suceder. Asimismo,
recuerda que algunas emociones se disfrazan de otras. Muchas veces puedes
sentir más de una emoción a la vez, pero es importante ponerle nombre a cada
una de ellas, así como relacionarlas con cómo te hacen sentir. Algunos
ejercicios que te pueden ayudar son:
- Hablar con tus seres queridos sobre cómo te sientes. Pídeles si hace falta que te escuchen sin interrumpirte. En este punto lo que necesitamos entender es qué nos pasa, no qué opinan los demás al respeto, aunque pueden ayudarte a sacar conclusiones.
- Hablar frente a un espejo: Hazte preguntas ¿Por qué respiro tan rápido? ¿Estoy nerviosa tal vez? ¿O más bien enfadada? ¿Pero por qué estoy así? ¿Puede que sea porqué no tengo tiempo para mí misma? ¿O tal vez por qué me ha molestado algo en el trabajo
- Escribe: Si lo prefieres, puedes escribir sobre cómo te sientes, y puedes realizar las mismas preguntas.
4. Expresa tu
emoción: Si estas triste llora si lo necesitas, si estás enfadado di lo que te
molesta sin faltar al respeto, si tienes miedo primero de todo reconócelo, explícales
a tus seres queridos cómo te sientes (esta vez sí, queremos su respuesta), si
prefieres utilizar el arte para expresar tus emociones también es una opción.
Baila, canta, pinta, escribe, lo que te apetezca, pero exprésate.
5. Pasa a la acción: Con todo el análisis que has hecho de la situación ahora puedes coger las riendas. Identifica qué está bajo tu control y qué no, y pon solución a ello.
“La palabra
felicidad perdería su sentido si no se equilibra con tristeza”
C.G. Jung
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1 comentarios
Molt didàctic!
ResponderEliminarGràcies per compartir-ho